La flor arrancada

viernes, 4 de junio de 2010

Ayer fue un día feliz en la tienda de los Anwar Baaloosha; era el sexto cumpleaños de la pequeña Samar, la única alegría de una de tantas familias palestinas acuciadas por el hambre, la miseria y la guerra.
Los Anwar Baaloosha no disponían de mucho. Más bien de nada. Sus terrenos habían sido expropiados y tan sólo unos cuantos palestinos elegidos con visado especial podían franquear aquel muro de la vergüenza que los israelitas habían erigido, para trabajar junto a aquellos que oprimían y mataban a sus familias. Pero todo el mundo quería a Samar, y habían intentado entre los vecinos hacer de su día algo distinto, dejando que la enorme sonrisa de su diminuta boca invocara a algún tipo de esperanza en esa región de tristeza.
Era vivaz, menuda y parlanchina, y sus ojos negros destelleaban como el mismo ónix. Reía, saltaba, corría de una tienda a otra ajena por el momento al hedor de muerte que rondaba el campamento. Como un aura, como una amenaza invisible, la muerte estaba presente en cada segundo de la vida de estos humildes refugiados de Gaza. Cuando la niña se percataba de esta presencia corría a abrazarse a las piernas de su hermana mayor, Tahrier, de diecisiete años. Quizá, con un poco de suerte, estaría con su novio Ahmed, que olía a tomillo y la abrazaba con los brazos más fuertes que conocía. Lo tenía claro. Ahmed sería capaz de alejar todo lo malo de ella. También de Tahrier, pero estaba segura de que a ella la quería más.

Esa misma mañana, la abuela Fathiyya le había regalado una muñeca de tela de lino. Su corazón eran flores de olivo, y su pelo largas espigas trenzadas. Baraa la había llamado, y había salido corriendo a enseñársela a sus hermanas; Ikram, Jawaher y las gemelas, Dina y Lina. Serían seis hermanas, pero ninguna había tenido nunca una muñeca tan bonita. La pequeña Samar corría enseñándole a Baraa el campamento, engarzándole florecillas entre las espigas, presentándola al resto de los vecinos.

Era un día muy feliz, sin duda, pero todas las luces tienen sus sombras, y todos los días, sus noches.
La benjamina de los Anwar Baaloosha cayó rendida en la estera donde dormía, nada más anochecer. Sus hermanas, poco a poco, fueron llegando también, contemplando como esa diminuta hada morena seguía corriendo en sus sueños. También Tahrier entró. Sonrió con tristeza al ver esa habitación llena de niñas, de donde pronto tendría que irse para formar un hogar junto a Ahmed. Encontró un hueco junto a Samar y allí se acurrucó, estrechándola entre sus brazos.
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"GAZA.-Soldados israelíes se adentraron hoy en el mayor campamento de refugiados palestinos por primera vez en cuatro años de lucha, después que un cohete palestino mató a dos niños en una aldea fronteriza israelí. Los soldados mataron a 28 palestinos e hirieron a 131, la redada más cruenta en 30 meses.
En Nueva York, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, expresó su gran preocupación por la escalada de violencia y lamentó especialmente "la muerte de niños", dijo su portavoz Fred Eckhard.
La lucha más dura ocurrió en el campamento de Jebaliya, al norte de Ciudad de Gaza. Las topadoras demolieron 15 casas en un camino que conduce al campamento, dijeron varios testigos, al parecer para permitir el paso de más tanques. " (Fuente: LaNación.com)

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Una muñeca, muda y mutilada, de trenzados cabellos aplastados y piel de lino quemado observaba en silencio seis cadáveres que parecían dormir. Uno, quizá, estaría corriendo entre campos de olivos, respirando por fin la libertad.





[Los hechos en este relato son ficción, aunque basados en hechos reales. Las hermanas Anwar Baaloosha aparecen en el registro de RadioMistral. Nombre de los niños asesinados por Israel. La anterior noticia fue publicada en LaNación.com. Todo lo demás son interpretaciones personales. ]

1 comentarios:

alberto dijo...

la guerra entre palestinos e israelies no terminara jamas.
hay demasiados intereses economicos desgraciadamente y como siempre los más debiles son los que pagan